María del Carmen Colombo (Dos poemas)



María del Carmen Colombo  (Buenos Aires, 1950)

Maria Del Carmen Colombo en Foursquare

Son chinas las tres chicas, pintadas por el fino pincel de un copista oriental. Ojos como rendijas miran la escena de la madre, lavando el kimono en el piletón del patio. Las miradas finitas rayan las ojeras de la madre, imitación de la sombra de un árbol exótico. Le dibujan persianas cerradas para protegerla de un sol de siesta, insoportable.
El alma china de la familia se llena como una palangana porteña al compás de los dichos maternales del agua. Y las tres chicas recuerdan, al unísono, los agujeros dejados por las balas. Los agujeros del recuerdo, multiplicados por tres, ensucian con la sangre del padre el kimono que la madre lava, infinitamente, adentro del piletón de sus propias ojeras.
Recordar, abrir el ojal de una herida llamada ojo, provoca un dolor de sol, insoportable, entre ceja y ceja. Por eso, a la sombra de un árbol exótico, las tres chicas pintan el alma de un dragón subiendo al cielo, con el fino pincel de sus pestañas.



En: Colombo, María del Carmen. La familia china. Buenos Aires : Libros de Tierra Firme, 1999.

Colombo María Del Carmen / La Familia China / Tierra Firme


Nueva edición en Hilos Editora, 2011.


 Familia China, La - Maria Del Carmen Colombo



Otro poema de María del Carmen Colombo que desconocía:

"Este poema lo escribí el mismo día de la muerte de Perón, bajo la lluvia, sentada en un umbral. Leónidas Lamborghini, a quien no conocía en ese tiempo (tampoco recuerdo cómo llegó a sus manos el poema), lo publicó en un diario de la época (El Cronista Comercial), con comentario y anunciando la salida de un libro, que nunca edité, en donde se encontraba incluido este texto."


Para creer que te fuiste
me bajé de mí hasta nosotros
compañera la lluvia
compañero el silencio
y fui atando miles de pañuelos
al cordón umbilical de tu recuerdo
con el sentido de las caras mojadas
y la revelación
abrazando toda la calle pueblo entrecortada
por mil avenidas pueblo
horas de verte el rostro Buenos Aires
entre los puños tiesos de un obrero
y una lágrima casi suicidándose
en el perfil solemne de un rulero
batón de ama de casa húmedo
húmedas zapatillas
bajando del ombligo de las villas
esas pecas que gritaron tu nombre un 17
al ritmo de esta espera feroz
julio primero después soltó las lágrimas
y juntando retazos de lecciones pasadas
en una patria dolorida
políticamente vos
tu nombre duele
económico adiós y para siempre
Y a dios bajaste
Para nosotros, nada mejor que
cada uno de nosotros
construyéndote aún entre los cánticos
con un bombo de nada un vacío tan hueco
y esa preciosa música la última
la única inevitable.
(1974)