Marosa di Giorgio (Salto, 1932-Montevideo, 2004)
No olvido las casas de las
palomas, los pequeños castillos de maderas en el aire, allá en las asoleadas
tardes; ellas salían,
revoloteaban como ángeles, volvían al nidal.
Las palomas grises, de alas
ribeteadas; la paloma
blanca, de gasa, de gladiolo, la paloma color almendra, y la negra
paloma de los sueños.
A veces, llegaba un loro, todo verde y rojo, como
hecho con malvones; y hacía un gran discurso.
Ellas lo escuchaban con
impaciencia; lo instaban a irse.
En: Papeles salvajes I. Buenos Aires : Adriana Hidalgo, 2000.
Para los que hemos convivido involuntariamente con murciélagos sabemos que ésta es una buena presentación:
(murciélago de fantasía)
Esta noche un solitario habitante de las paredes
se decidió a andar,
oh, murciélago de oro y azul,
bicheja todo de luz y telaraña,
te vi de cerca,
vimos gotear tus orejitas
adornadas con brillantes.
Antiguo sacerdote,
tienes la iglesia
en el cerrado ropero,
pero, esta vez
te vi volar,
vimos tu sombrilla,
tu mantoncito infame
prenderse de la nada,
se oye tu murmullo.
Y espero muchas cosas
de esta noche
en que te decidiste a reinar frente a nosotros
mientras, afuera, el viento,
destruye los malvones.