Eavan Boland (Dublín, 1944 - 2020)
LAS CANTORAS
para M.R.
Las mujeres
cantoras del oeste*
habitaron
una costa implacable.
Yo quiero
saber si no hubo para ellas
ni un
instante en que todo se calmara,
y la lluvia,
el océano y su propio
sentirse en
casa les fuera revelado
como una y
misma cosa.
Después
de lo cual
siguiera
modelando el tiempo cada día,
pero cada
noche sus bocas se llenaran
de tormentas
atlánticas, de estrellas anubladas
y pájaros
exhaustos.
Y
sólo cuando el peligro
se quejaba
en la música podías darte cuenta
del verdadero
alcance de su regocijo
al hallar
una voz donde ellas habían encontrado un sueño.
*”Las cantoras del
oeste” es el nombre de un grupo femenino de folk que canta canciones
tradicionales irlandesas.
THE SINGERS
for M.R.
The women who were singers in the West/ lived on an
unforgiving coast./ I want to as kwas there ever one/ momento when all of it
relented,/ when rain and ocean and their own/ sense of home were revealed to
them/ as one and the same?/
After which/ every day was still shaped by weather,/
but every night their mouths filled with/ Atlantic storms and clouded-over
stars/ and exhausted birds./
And only when the dange/ was plain in the music could
you know/ their true measure of rejoicing in/ finding a voice where they found
a visión.
En: Boland, Eavan. En un tiempo de
violencia. (In a time of violence). Traducción de Pilar Salamanca. Edición
bilingüe. Madrid : Hiperión, 1997. (Poesía Hiperión, 285)
CUARENTENA*
En el peor
momento de la peor temporada
del peor año de todo un pueblo
un hombre salió de un hospicio con su esposa.
Él caminaba, ambos caminaban, hacia el norte.
Ella tenía la “fiebre de la hambruna” y no podía seguirlo.
Él la cargó y la puso sobre su espalda.
Caminó así al oeste, al oeste y al norte.
Al anochecer, bajo estrellas heladas, por fin llegaron.
A ambos, por la mañana, los encontraron muertos.
De frío. De hambre. De las toxinas de toda una historia.
Pero los pies de ella se apoyaban contra el esternón de él.
El último calor de su carne fue el último regalo que le hizo.
Que ningún poema de amor llegue nunca a este umbral.
Aquí ya no hay lugar para el elogio
inexacto de fáciles encantos y la sensualidad del cuerpo.
Solo hay tiempo para este despiadado inventario:
su muerte juntos en el invierno de 1847.
También lo que sufrieron. Cómo vivieron.
Y lo que hay entre un hombre y una mujer.
Y en qué oscuridad se puede demostrar mejor.
del peor año de todo un pueblo
un hombre salió de un hospicio con su esposa.
Él caminaba, ambos caminaban, hacia el norte.
Ella tenía la “fiebre de la hambruna” y no podía seguirlo.
Él la cargó y la puso sobre su espalda.
Caminó así al oeste, al oeste y al norte.
Al anochecer, bajo estrellas heladas, por fin llegaron.
A ambos, por la mañana, los encontraron muertos.
De frío. De hambre. De las toxinas de toda una historia.
Pero los pies de ella se apoyaban contra el esternón de él.
El último calor de su carne fue el último regalo que le hizo.
Que ningún poema de amor llegue nunca a este umbral.
Aquí ya no hay lugar para el elogio
inexacto de fáciles encantos y la sensualidad del cuerpo.
Solo hay tiempo para este despiadado inventario:
su muerte juntos en el invierno de 1847.
También lo que sufrieron. Cómo vivieron.
Y lo que hay entre un hombre y una mujer.
Y en qué oscuridad se puede demostrar mejor.
Traducción
Ernesto Hernández Busto para HyperMedia Magazine /2020
*En una entrevista, Boland comentó: “Cuando supe de ese relato y empecé a darle vueltas para escribir un poema, ya no era un incidente local e irlandés. Se había convertido en una oscura y ejemplar historia de amor. Y así até los cabos. Todas las cosas a las que quería llegar, el estoicismo de la cotidianidad, el fracaso de la poesía amorosa convencional, convergieron allí”.
Quarantine
In the worst hour of the worst season
of the worst year of a whole people
a man set out from the workhouse with his wife.
He was walking — they were both walking — north.
of the worst year of a whole people
a man set out from the workhouse with his wife.
He was walking — they were both walking — north.
She was sick with famine fever and could not keep up.
He lifted her and put her on his back.
He walked like that west and west and north.
Until at nightfall under freezing stars they arrived.
He lifted her and put her on his back.
He walked like that west and west and north.
Until at nightfall under freezing stars they arrived.
In the morning they were both found dead.
Of cold. Of hunger. Of the toxins of a whole history.
But her feet were held against his breastbone.
The last heat of his flesh was his last gift to her.
Of cold. Of hunger. Of the toxins of a whole history.
But her feet were held against his breastbone.
The last heat of his flesh was his last gift to her.
Let no love poem ever come to this threshold.
There is no place here for the inexact
praise of the easy graces and sensuality of the body.
There is only time for this merciless inventory:
There is no place here for the inexact
praise of the easy graces and sensuality of the body.
There is only time for this merciless inventory:
Their death together in the winter of 1847.
Also what they suffered. How they lived.
And what there is between a man and woman.
And in which darkness it can best be proved.
Also what they suffered. How they lived.
And what there is between a man and woman.
And in which darkness it can best be proved.
From Code (2001), reproduced by kind permission of Eavan
Boland and Carcanet Press.