James Joyce y un cuento para su nieto Stephen Joyce



Villers sur Mer, 10 de agosto de 1936

A Stephen Joyce

Mi querido Stevie:

Hace unos días te envié un pequeño gato

lleno de caramelos, pero puede que tú

no conozcas la historia del gato de Beaugency.


EL GATO Y EL DIABLO

Beaugency es un antiguo pueblecito situado en una orilla del Loira, el río más largo de Francia. Es también un río muy ancho, al menos para Francia. A su paso por Beaugency es tan ancho que, si quisieras pasarlo de una orilla a la otra, tendrías que dar por lo menos mil pasos.

Hace muchos años los habitantes de Beaugency, cuando deseaban cruzarlo, tenían que ir en una barca porque no había puente. Y no podían hacer uno ellos solos o pagar a alguien para que lo hiciese. ¿Qué iban a hacer entonces?

El diablo, que anda siempre leyendo los periódicos, se enteró de esta lamentable situación y por consiguiente se vistió de gala y fue a visitar al alcande de Beaugency, que se llamaba Monsieur Alfred Byrne. Este alcalde también era muy amigo de engalanarse. Llevaba un manto escarlata y tenía siempre alrededor del cuello una gran cadena de oro, incluso cuando estaba en la cama durmiendo a pierna suelta con las rodillas en la boca.

El diablo le contó al alcalde lo que había leído en el periódico y dijo que podría hacer un puente para que los habitantes de Beaugency cruzasen el río tantas veces como quisieran. Dijo que podría hacer un puente tan bueno como nunca se había hecho uno igual, y hacerlo en una sola noche. El alcalde le preguntó cuánto dinero deseaba por hacer semejante puente. Ni un céntimo, dijo el diablo, todo lo que pido es que la primera persona que cruce el puente me pertenezca. Muy bien, dijo el alcalde.

Cayó la noche, todos los habitantes de Beaugency se fueron a la cama y durmieron.

Vino la mañana. Y cuando se asomaron a las ventanas, exclamaron: ¡Oh, Loira, qué magnífico puente! Porque veían un magnífico puente de sólida piedra tendido de un lado al otro del ancho río.

Todo el pueblo corrió hasta la cabecera del puente y lo cruzó con la mirada. Allá estaba el diablo, de pie al otro lado del puente, esperando a la primera persona que fuese a cruzarlo. Pero nadie se atrevía a cruzarlo por miedo al diablo.

Hubo entonces un sonar de trompetas –esa era la señal para que guardasen silencio- y apareció el alcalde M.Alfred Byrne con su gran manto escarlata y traía al cuello su pesada cadena de oro. Tenía un cubo de agua en una mano y bajo el brazo –el otro brazo- llevaba un gato.

Al verlo desde el otro lado del puente, el diablo dejó de bailar y enfocó su catalejo.

Cuchichearon todos unos con otros y el gato levantó los ojos hacia el alcalde, porque en el pueblo de Beaugency se permitía que los gatos mirasen al alcalde. Cuando se cansó de mirar al alcalde (porque incluso un gato se cansa de mirar a un alcalde), empezó a jugar con la pesada cadena de oro del alcalde.

Cuando el alcalde llegó a la cabecera del puente, todos los hombres contuvieron la respiración y todas las mujeres contuvieon la lengua.

El alcalde soltó el gato en el puente y, rápido como el pensamiento, ¡chapuzás!, le vertió encima todo el cubo de agua.

El gato, que ahora estaba entre la espada y la pared –el diablo y el cubo de agua-, se decidió como alma que lleva el diablo y corrió, con las orejas gachas, a través del puente hasta parar en los brazos del diablo.

El diablo estaba tan enfadado como un diablo.

Messieurs les Balgentiens, gritó del otro lado del puente, vous n’êtes pas de belles gens du tout! Vous n’êtes que des chats! (Que quiere decir: Señores balgentiens, ¡no sois ni siquiera personas! ¡No sois más que gatos!) y le dijo al gato: Viens ici, mon petit chat! Tu as peur, mon petit chou-chat? Tu as froid, mon pau petit chou-chat? Viens ici, le diable t’emporte! On va se chauffer tous les deux. (Que quiere decir: ¡Ven aquí, gatito mío! ¿Tienes miedo, mi minino monino? ¿Tienes frío, mi mino monino? ¡Ven aquí, el diablo te lleva! Nos vamos a calentar muy juntos los dos.)

Y se marchó con el gato.

Y desde aquella época a los habitantes de ese pueblo les llaman “los gatos de Beaugency”.

Pero el puente sigue ahí y hay niños que pasean y montan en bici y juegan en él.

Ojalá te guste esta historia.

Nonno

P.S. El diablo habla en general un lenguaje propio llamado cascababelcebululú que inventa mientras prosigue su marcha, pero cuando está que echa chispas puede hablar muy bien un francés endiablado, aunque los que lo han oído dicen que tiene un fuerte acento de Dublín.

James Joyce

 


*Este cuento de Joyce fue publicado en español por la editorial Lumen de Barcelona en 1993, con destacadas ilustraciones de Mabel Piérola. La edición incluye una carta de Stephen J. Joyce, nieto del autor, dirigida a los lectores, donde cuenta que esta historia fue escrita por su abuelo para él cuando tenía cuatro años, y según nos dice, no fue la única. En la misma carta habla de su abuelo James Joyce, informa datos de su vida de manera muy atractiva para un lector joven y plantea, ahora con su mirada de hombre mayor, algunas cuestiones que aparecen en el relato y que transcribimos en unos fragmentos seleccionados, curiosidades que pueden interesar a un lector, niño o adulto, dice así:

“Hay algunas cosas extrañas en esta historia sobre el puente que cruza el Loira. Pongamos por caso: ¿por qué el alcalde de un pueblo francés tiene un nombre irlandés, el nombre además de uno de los alcaldes de Dublín? ¿Por qué el diablo, cuando está muy enfadado, habla en un mal francés con fuerte acento de Dublín? La respuesta a estas preguntas la encontraréis cuando hayáis crecido, cuando leáis Dublineses, Retrato de un artista adolescente, Ulises. Estos libros, que hicieron famoso a Nonno (abuelo en italiano), tratan todos de Dublín (...) Nonno nació y creció en Dublín. Amaba Irlanda, pero estaba en profundo desacuerdo con las autoridades, tanto de la Iglesia como del Estado. Se fue de allí cuando tenía veintidós años y, durante los treinta y siete años siguientes, sólo volvió, para unas breves visitas, una vez en 1912 y otra en 1919. Él y la Nonna, mi abuela, eran considerados exiliados (...) Cuando seas una persona mayor, recordarás a tu amigo, James Joyce, que te contó esta historia, y buscarás y leerás sus otros libros; eso es, al menos, lo que yo espero.”




*Hace años hice la transcripción y la nota para publicar en The Southern Cross, pero no encuentro constancia de su publicación.